La izquierda totalitaria utiliza asiduamente palabras como libertad, paz o democracia. Términos que resultan luego incompatibles con los programas de las organizaciones de ultraizquierda. Tal es el caso de Democracia Real Ya (Movimiento 15-M), el grupo antisistema y anticapitalista que tanto éxito, mediático sobre todo, ha alcanzado. Con respecto a la maltrecha democracia española lo único que han propuesto es una reforma electoral de contenido casi nulo. En cambio, en su programa económico y social sí se conocen sus propuestas: socialismo real al estilo venezolano. Es decir, que realmente de democracia o de régimen de libertades nada de nada.
En las primeras movilizaciones, el colectivo, o como se le pueda catalogar, tuvo cierto éxito ya que tocó una de las fibras sensibles de la población: la del hambre de Estado combinada con el odio hacia los políticos. Muchos españoles desean que el Estado solucione todos sus problemas al mismo tiempo que insultan a los políticos con improperios que solo deberían emplearse contra árbitros de fútbol. Así, que el movimiento de izquierdas al exigir el derecho a una casa, al trabajo, a la cultura e incluso “a los bienes necesarios para una vida sana y feliz” (o sea, todo lo imaginable) suscitó simpatías entre parte de la población. Esos derechos equivalen realmente a la obtención gratuita del bien, a que lo paguen los malvados capitalistas, que para eso son ricos y los culpables de la crisis. La maquinaria estatal nunca es culpable de crisis alguna. El culto al Estado, tan extendido en España, lo impide.
Al movimiento solo le faltaba la crítica a la partitocracia para completar la fórmula. Aquí es donde el movimiento perdió la poca decencia y credibilidad que podría quedarle. Igualar al PP en Andalucía con un PSOE que lleva 30 años en el poder y algunos cuantos de corrupción, criticar en Madrid únicamente al gobierno de la comunidad que más empleo genera, callar ante los pactos a puerta cerrada entre PSOE y nacionalistas, por poner únicamente tres ejemplos, indica que no había ninguna denuncia de la partitocracia sino un deseo de beneficiar a la izquierda. Era una operación muy simple, si el PSOE no era capaz de recuperar votos, entonces solo restaba que los perdiera el PP. El movimiento Democracia Real, pretendidamente espontáneo y popular, es en realidad una marioneta, cacerola en mano, al servicio de la izquierda. Otro Nunca Mais, otro No a la guerra. Si el PP de Rajoy defendiera el capitalismo y los principios liberales, si explicara el origen de la crisis, si no se avergonzara de Aznar y de sus años de bonanza económica, podría mostrarse como el verdadero luchador contra la crisis y hacer frente a la demagogia de este movimiento y los que vengan. Sin embargo, para lograrlo Rajoy debería poseer unos principios firmes y claros. En lugar de eso lo que ofrece es una obsesión por agradar a todo el mundo, por decir lo que lo la gente quiere oír. O más bien por decir lo que los medios importantes de comunicación afirman que debe decir para gustar a la ciudadanía. Por ello, no solo no ha hecho frente al movimiento 15-M con fuerza sino que incluso ha llegado a apoyar que sus propuestas sean discutidas en el Senado y el Congreso. Si la única propuesta de este movimiento es cargarse el sistema e impedir que gobierne la derecha. ¡Qué buenos votantes serían los del PP si tuvieran buen señor!