La semana pasada surgió de nuevo la polémica por la prohibición del velo islámico dentro de un colegio (o un instituto, qué más da, apenas se distinguen y pronto la universidad será convertida en una prolongación del colegio pero en otro edificio). En España la solución suele consistir en dejar que cada centro decida unas normas de vestimenta. Si no se permiten gorras, capuchas y capuchas en clase no se debería permitir que las musulmanas tuvieran el privilegio de vestir como les venga en gana, pues los que defienden el uso del hijab siempre insisten que las musulmanas lo portan voluntariamente. El hecho de que, como dicen sus defensores, son musulmanas de forma libre y de forma voluntaria llevan velo no implica que tengan prerrogativas negadas al resto de los mortales. Si por el contrario no es voluntario, entonces tenemos un argumento final para su prohibición.
Ahora bien, los defensores del hijab, entre los que se encuentra el ministro de Educación y por su silencio la muy feminista ministra de Igualdad (igualdad para unos más que para otros), aducen que el velo es un símbolo religioso que debe ser respetado, en virtud del derecho a profesar una religión. Añadía Gabilondo que prima el derecho a la educación. La voluntariedad del individuo en su forma de vestir, el hecho de que sea un símbolo religioso y el derecho a la educación son excusas de aquellos que no se quieren enfrentar al grave problema que en general supone el Islam en Occidente.
Si cualquier prenda es apta para presentarse en una clase y la justificación es que forma parte de una serie de preceptos religiosos, entonces abrimos la puerta a que las clases se conviertan en Halloween o en un carnaval. En efecto, si existe libertad religiosa, qué nos impide fundar nuestra propia iglesia, tras haber recibido el adecuado mensaje divino en pleno trance, en la que la ropa más estrafalaria (por ejemplo llevar una escafandra de buzo) sea la principal puerta hacia el paraíso. Acaso no dicen los progresistas, y desgraciadamente los religiosos católicos, que todas las creencias son respetables. Por supuesto que no todas las confesiones son iguales, ni son igualmente respetables. No creo que sean respetables los sacrificios aztecas para apaciguar a sus dioses o el canibalismo de los antiguos isleños del Pacífico. El poder del Islam, por su número de creyentes y virulencia, y el deseo de la izquierda de atacar a nuestra civilización aliándose con quien sea, decantan la balanza a su favor. Además, desgraciadamente la Iglesia Católica piensa que defendiendo al Islam en este punto puede conseguir que se respeten sus símbolos. Que las musulmanas sigan estrictamente sus normas si con ello la grey católica no se dispersa. Lo que debería hacer la Iglesia es destacar las raíces cristianas de nuestra civilización y defenderla en consecuencia, mostrando que es muy superior al Islam.
Respecto al derecho a la educación no se tiene que convertir en la obligación de enseñar o instruir a todos aquellos que no merecen ese derecho. Los adolescentes que pegan y martirizan a sus compañeros y a los profesores deben ser apartados durante el tiempo que sea necesario hasta que muestren una conducta civilizada. Lo mismo que se aplica en el comportamiento se debe aplicar a la vestimenta. ¿Permitiríamos al hijo de un nudista acudir a clase desnudo por voluntaria que fuera su elección? ¿Merecen más respeto los nudistas, cuya conducta no se encuadra en una religión pero que casi se puede denominar creencia, que los musulmanes?
El hecho es que el hijab es un símbolo de discriminación de la mujer musulmana. La marca como propiedad de un hombre, primero de su familia luego de su marido. Hijab significa algo que impide la visión, una cortina, una pantalla. La forma en la que el hijab se aplica a la vestimenta es muy variada en el Islam. Desde un velo hasta el extremo humillante del burka. Así que el hijab es la prohibición de la mujer de mostrarse a todos aquellos hombres que no son su marido o su familiar masculino más cercano. ¿Vamos también a permitir que la mujer musulmana valga la mitad que un hombre en la herencia y en la prestación de testimonio en un juicio tal como indica la fe islámica? Estos son preceptos que chocan con nuestra constitución, y también debería por ello chocar el velo islámico puesto que es una prenda que marca a las musulmanas como inferiores. Es una agresión a la igualdad entre hombre y mujeres. Hay quien lo compara con el hábito de las monjas, pero en este caso no hay discriminación con respecto a los hombres ya que éstos si pertenecen a la Iglesia también visten un hábito particular. Las musulmanas deben vestir de una forma determinada mientras que los musulmanes tienen total libertad.
Se debería prohibir el hijab en cualquiera de sus formas de modo total, si no es así muy difícil será para las musulmanas adquirir los derechos que les corresponden en occidente. Sería una medida radical, pero valiente y justa con los valores occidentales. Permitir el velo en cualquier circunstancia es una medida que afianzará todavía más a las musulmanas en esos islotes islámicos que empiezan a parecer los barrios donde existen mayoría de emigrantes musulmanes. Flaco favor a las musulmanas que desean cortar con la fe islámica. Si otras muchas desean seguir con el velo y la sumisión, allá ellas desde luego, pero si un grupo de personas deseara ser esclavo de otros por la razón que fuera (capicho, locura, o precepto religioso) no nos debería mover a legalizar la esclavitud, ni tampoco a consentir las humillantes prendas distintivas de los voluntarios esclavos.