Mañana el Barcelona juega la semifinal de la Copa de Europa contra el Inter de Milán. Si pasa a la final decenas de miles de personas lo celebrarán en toda España. No me cabe la menor duda de que así será si ganan por la diferencia suficiente. Es algo que me entristece y que en cierta medida no deja de sorprenderme. Que un nacionalista catalán, que ha mamado odio hacia España desde la infancia, al que los medios de comunicación catalanes no le presentan sino una Cataluña saqueada por el resto de españoles, al que, si ha estudiado el bachillerato de los últimos treinta años, no haya visto otra cosa que una historia tergiversada, es decir, uno de los muchos catalanes que ha producido el catalanismo salga a la calle a celebrar los triunfos del Barcelona es algo normal. Que eso ocurra con un fanatismo casi parejo en el resto de España, en zonas no nacionalistas, es algo que debería sorprender y preocupar.
Por ejemplo a los aficionados barcelonistas españoles les molestó la pitada al himno en la final de Copa (también hubo una en la final de Copa de baloncesto). El barcelonista español suele esgrimir en su defensa que el club no realizó la pitada, que fue obra tan solo de una parte de los aficionados, los más radicales. Deberían recordar que ni la directiva, ni los jugadores, ni el entrenador protestaron en su momento, esos jugadores a los que tanto adoran. Es más, alguno de ellos casi sube a recibir el título con una bandera independentista. El Barcelona ha prohibido en dos ocasiones que sus jugadores prealevines estén presentes cuando suena el himno español (1). Eso en un club que publicita a Unicef no deja de tener gracia. Se ve que consideran una defensa de la infancia el impedir la audición del himno del país en el que juegan la liga. En estos casos los barcelonistas acusan al radical Laporta, que será malo pero no insincero, y suelen concluir que el Barcelona está por encima de las personas que provisionalmente lo dirigen. El presidente puede ser nacionalista pero el club no, el club es otra cosa. Si el presidente del Barcelona le diera por contratar entrenadores pederastas para sus equipos alevines, eso no convertiría automáticamente al Barcelona en un club de pederastas. Eso ocurriría si los aficionados y los socios no echasen a ese presidente. A Laporta le llovieron críticas hace unos años no por su nacionalismo sino porque el Barcelona estaba en horas bajas en lo deportivo. Ese comportamiento no se limitó a Cataluña. Los aficionados en toda España olvidan muy rápido el comportamiento de Laporta en cuanto el equipo gana los suficientes partidos. Poco le podrán exigir luego a su "presidente".
En efecto, también creo que el Barcelona está por encima de sus dirigentes. Sea quien sea el que lo conduzca tiene que ser "más que un club". Lo pone bien clarito en el espadio y hasta en los autobuses de los jugadores. Esta frase no siginifica sólo que el Barcelona es el club deportivo más importante de Cataluña o que es una institución muy importante allí. Significa que su sentido va más allá de lo deportivo. Es la representación del nacionalismo catalán en el deporte. Es una institución nacionalista y por tanto anti-española. Por eso Laporta por su carácter nacionalista y si los estatutos se lo permitiesen podría haber seguido un siglo en el club. ¿Qué habría ocurrido si hubiese colocado una banderita española en la camiseta como hacen otros (perdón) equipos españoles? Que la campaña en su contra en esta Cataluña nacionalista habría sido brutal. No ha hecho falta esperar a Laporta para ver ataques contra España por parte de la afición del Barcelona. Durante los mandatos de Núñez se vieron varias veces pancartas de "Catalonia is not Spain" en los derbis contra el Madrid. Durante los años de Nuñez y Gaspart ya se veían multitud de banderas independentistas, que no catalanas, en cada partido.
Cuando se coge cariño a unos colores es muy difícil abandonarlos. Es un acto irracional, un aficionado leal no sigue a su equipo únicamente para disfrutar del juego. Por muchos sufrimientos deportivos que acarre su club, se seguirá animando al equipo de los amores. El equipo es como un hijo. Un padre no va a ver jugar a su hijo con el equipo del colegio para disfrutar de la destreza de los jugadores. Anima o regaña a su hijo, si lo quiere claro, aunque pierda siempre y lo que no hará es dejar de ir a los partidos. Pero pensemos ahora que el crío llega a la adolescencia y por la razón que sea se convierte en un maltratador. En este caso, por bien que juegue al fútbol, los padres intentarían que su hijo cambiara de comportamiento y llegado el caso hasta pedirían una orden de alejamiento. Los barcelonistas no nacionalistas son como padres que están tan contentos con el juego de su hijo que le perdonan humillaciones y maltratos. Al Barcelona, es decir, a los jugadores que han declarado que Cataluña no es España (2), a los directivos, al entrenador les han salido gratis su comportamiento durante estos últimos años. Da igual lo que hagan, reciben el mismo ánimo, las mismas audiencias. Ni siquiera con Laporta los barcelonistas han puesto en suspenso su afición (casi militancia en algunos casos). Por mucho que los medios de información silencien las declaraciones u otros actos quedan actos como la pitada al himno que indican claramente lo que es el Barcelona. Por lo menos podrían haber dejado de animar al equipo en estos años de Laportismo, tanto cuando el equipo jugó mal como bien. Ni eso. Quizás es que tienen algo de masoquista, como dicen de los aficionados del Atlético, pero en lugar de serlo en lo deportivo lo son en lo social o político. O quizás, explicación verdadera en mi opinión, es que la nación les importa muy poco, o menos que su equipo de fútbol. Nación de acomplejados, cobardes y pasotas. Así nos va.
(1)http://archivo.marca.com/edicion/marca/futbol/1a_division/barcelona/es/desarrollo/1103875.html
(2)http://www.libertaddigital.com/deportes/abidal-el-corazon-de-un-catalan-es-catalan-no-es-espanol-1276383898/
http://www.marca.com/2009/02/27/futbol/equipos/barcelona/1235740974.html
1 comentario:
Recuerda Deckard:
¡Dílo bien!
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